Silvi Moreno – El sonido de la vocación
¿Cómo encontró su vocación Silvi Moreno? Desde chica, Silvina Moreno sentía que el arte sería la manera en la cual se expresaría de grande. Decidió hacer de ese sentimiento una carrera, y a los 20 años se mudó a Estados Unidos para estudiar en Berklee College of Music, uno de los lugares más prestigiosos del […]
¿Cómo encontró su vocación Silvi Moreno?
Desde chica, Silvina Moreno sentía que el arte sería la manera en la cual se expresaría de grande. Decidió hacer de ese sentimiento una carrera, y a los 20 años se mudó a Estados Unidos para estudiar en Berklee College of Music, uno de los lugares más prestigiosos del mundo. En 2012 presentó su primer disco, Mañana, y ahí comenzó su camino en el mundo solista, con todos los miedos, dudas y ansiedades que eso implica. Este año lanzó su segundo álbum, Real, y reflexiona con nosotros sobre la maduración, el jugarse por un sueño y el imperativo de “tener éxito”.
TXT. Antonella Orlando – Fotos: Gentileza Amelia Comunicación
¿Cómo te sentís con este nuevo disco? ¿Qué aprendiste en los años que pasaron desde el primero?
Me siento muy contenta con el resultado. Fue un gran proceso de aprendizaje porque pasé por muchos altibajos. En el primero había una cuota de inocencia, porque era como el primer amor: no tenía punto de comparación. Pero ambos hablan de mí y me han hecho aprender un montón.
Hoy, viéndolo en retrospectiva: ¿cómo fue lanzarte a vivir en otro país y apostar por una formación profesional sin saber si iba a funcionar?
Soñaba con irme a estudiar afuera desde que tenía 15 años. Por eso, a la hora de tomar la decisión no fue difícil. Pero una cosa es lo que uno idealiza en su mente y otra lo que vive. Irse a vivir a otro país, por más lindo que pueda sonar, es re difícil porque tenés que madurar de golpe. Pasé por todo tipo de emociones. Viví muchas angustias, mucha soledad y también muchas satisfacciones. Me cambió la vida y no me arrepiento de nada de lo que pasé. Mientras estaba estudiando en Estados Unidos, lo que me hizo reafirmarme como música fue encontrar gente del otro lado del mundo que tenía la misma pasión que yo. Me motivó y me reavivó una chispa. Pero lo más lindo de haberme ido tan lejos a buscar lo que soñaba, fue que al volver a la Argentina me di cuenta que también lo podía encontrar acá. Pude mirar de lejos y me dio otra perspectiva de mi país. Pensé: “Qué bueno que soy argentina, qué bueno que soy música, qué bueno que quiero hacer esto toda mi vida”.
En el mundo de la música, especialmente, siempre se habla de la necesidad de “pegarla” con un hit, que un álbum sea un éxito. ¿Se puede vivir con esa presión?
En una de mis clases en Berklee conocí a Jorge Drexler. Él nos habló de distintos círculos en los que vive el músico. El primero, el más externo, es el de los medios y la gente que uno no conoce. En el segundo habita la gente que trabaja. Y en el más interno están aquellos que uno quiere y valora, y nos conocen. Yo me atrevería a decir que hay otro más interno, que es uno mismo. Y en estos dos últimos, para mí, alberga el arte real y las vivencias que te marcan. Los otros son importantes, porque uno vive de esto, pero cuando entro al cuarto a componer intento que esas voces no entren. Cuando dejás que la exigencia hable para decirte que tiene que ser perfecto o tiene que ser un hit lo que estás haciendo… en mi caso la paso muy mal. No voy a negar que me encantaría que una canción mía se vuelva conocida y la cante todo el mundo. Pero de ahí a sentarme con ese imperativo, hay un trecho largo. Tomar al éxito como un valor aspiracional depende del artista y cómo vive su carrera. Y creo que eso se aplica para todas las profesiones, más allá del arte. La fama no tiene valor intrínseco en sí mismo, no aporta a la felicidad real. Admito que necesito la exposición para hacer mi trabajo, pero trato que ese requisito no me condicione en el disfrute de hacer la música.
¿Qué herramientas fuiste desarrollando para manejar la exposición y la crítica?
Cuando vivía afuera, mi mamá siempre me decía que nunca pierda el norte y el para qué hago esto. Pienso todo el tiempo qué es lo que me mueve de la música y por qué me hace feliz, porque el desafío más grande de acá a los próximos 20 años es el desarrollo interno, y lo externo se dará por añadidura o consecuencia. Quiero llegar a un punto donde pueda encontrar plenitud por los días en sí y no por los views que tengo en YouTube o con quién logré cantar. Toqué en el Teatro Ópera muchas veces y no me sentía feliz por eso, sino porque mi mamá estuvo ahí. Sentirse feliz porque compuse una canción y lograr que una sola persona se haya emocionado, que se haya conectado conmigo… esas cositas son la plenitud.
Hay una visión que siempre intenta separar lo que es una carrera de lo que es un pasatiempo, y muchas veces el arte entra en el segundo cajón. ¿Qué consejos darías a los chicos que quieren profesionalizarse en la música?
Cuando tenía 18 años, pensé: “Puedo hacer música, que es lo que realmente quiero, o estudiar Psicología como plan B”. Elegí música porque era lo que me apasionaba, y si fallaba, recurriría a otros caminos. Creo que uno a esa edad no tiene nada que perder, y si se equivoca no es tiempo perdido, sino capitalizado en experiencia. A todos los que están terminando el secundario les diría que hagan lo que les haga felices, por más vértigo que les pueda generar. Si lo que mejor te sale es lo que más te gusta hacer, ¿por qué perder el tiempo con otras cosas? Y es la verdad, independientemente de cualquier profesión. Creo que hacer cosas sin pasión y por la plata, por suerte, es un concepto que está quedando en el pasado. Y hoy los chicos están conscientes de ir en busca de lo que uno ama más allá de las exigencias de este mundo moderno. Hay que recordar también que cualquier sueño lleva tiempo. Por eso no hay que dejar que la ansiedad nos gane. Otro consejo muy simple es compartir lo que les pasa con sus pares. Uno no está solo en esto. La experiencia de corte entre el colegio y la formación universitaria es algo para lo que no te podés preparar del todo. Nada te va a enseñar más que el día a día en la calle, el mundo real. Es como ver un cartel que dice: “Bienvenido al resto de tu vida”. Uno sale de ser estudiante y no tiene más esas excusas: sos vos, con tus objetivos. Cada uno es dueño de su propia vida y eso es lo que genera vértigo. Cuando me fui a vivir a Estados Unidos, lo que me pegó fuerte es que me di cuenta que podía vivir en cualquier lado si quería. Parecía que la libertad me limitaba y me daba miedo. Toda una paradoja. Pero hay que recordar que nosotros tenemos la suerte de elegir, mientras otros no. Mi hermana siempre me dice: “No tenés tanto control de las cosas. La vida te va a llevar sola”. Creo que si uno está asustado o con miedo, si siente que no le sale nada y está al borde del fracaso, hay que confiar un poco más en que hay un orden mayor o más sabio que vos.
+ info: www.silvinamoreno.com