Pía Mancini, El poder de la red para vivir mejor
¿Cómo encontró su vocación Pia Mancini? Siempre se interesó en cómo poder mejorar el funcionamiento de la sociedad. Egresó de la carrera de Ciencias Políticas, pensando que su vida profesional iba a estar designada por un rol tradicional, yendo y viniendo con carpetas llenas de papeles y presupuestos. Pero llegando a sus 30 años, se […]
¿Cómo encontró su vocación Pia Mancini?
Siempre se interesó en cómo poder mejorar el funcionamiento de la sociedad. Egresó de la carrera de Ciencias Políticas, pensando que su vida profesional iba a estar designada por un rol tradicional, yendo y viniendo con carpetas llenas de papeles y presupuestos. Pero llegando a sus 30 años, se encontró trabajando con programadores y viendo cómo poder cambiar las herramientas de la ciudadanía de cara a este siglo XXI. Forma parte de Democracia en Red, una organización cuyo objetivo es diseñar e implementar innovaciones en el sistema político. Crearon DOS (Democracia OS), una plataforma digital de código abierto que le permite a los ciudadanos informarse, discutir y decidir proyectos legislativos. Con estas metas, el año pasado se presentó el Partido de la Red (y ella como candidata a legisladora) que luego de un solo mes de campaña por la Ciudad de Buenos Aires, logró más de 20 mil votos. En su futuro inmediato y sabiendo que ella forma parte de una generación “disparadora”, está la alfabetización en programación como eje central de una política que le permita a los más chicos diseñar sus propias formas de definirse y representarse.
¿Cómo viviste la carrera de Ciencia Política? ¿Qué cosas aprendiste?
Siempre me interesó la política. Tenía bastante definido Ciencia Política antes de terminar el colegio. Pero tuve mucho conflicto con la idea de sentir que estaba eligiendo algo para el resto de mi vida. Eso hizo que a mitad de la carrera me cuestionara muy fuerte si era esto lo que quería hacer. Sentía que casi ni lo había puesto en cuestión en su momento. Estaba en segundo año de la facultad, y dije: “Pará, tomé esta decisión cuando tenía 16 años”. Pensaba que no tenía las herramientas para elegir algo que en el fondo iba a ser algo para el resto de mi vida. Y lo charlé con un gran amigo y me dijo que uno era muchas cosas en la vida, y que si ahora era lo que me interesaba que siguiera para adelante, porque después podía hacer otra cosa. No es que me estaba metiendo en una camisa de fuerza para siempre. Uno es distintas personas en distintos momentos de la vida. Esa charla me sacó mucho la presión. Es parte del problema de la ansiedad que siente alguien de 17 años. Es muy serio estudiar, pero si le sacamos un poco la gravedad a la pregunta “¿Cuál es tu plan de vida?”, sería mucho mejor.
¿Cuándo estabas en la universidad, ¿te imaginaste estar uniendo la política con la tecnología?
Me veía en un rol más tradicional de gestión. Siempre me interesó el tercer sector, la sociedad civil. Pero nunca me imaginé que iba a estar trabajando en un puente tecnológico entre la sociedad civil y la política. Y es lo que más me atrae de este proyecto. Cuando tenía 20 años no pensaba estar haciendo esto y ahora estoy súper comprometida. Los desafíos siempre aparecen. Seguro que no me veía trabajando con programadores y aprendiendo a programar yo misma. Y eso es lo bueno de este momento: que las carreras no te limitan lo que podés aprender. Al principio pensé que el problema de la política era que necesitábamos líderes que tomaran decisiones independientes. Pero después empecé a pensar que el problema tenía que ver con el sistema. Lo que hicieron las nuevas tecnologías fue llevar la sociedad para un lado al que el sistema político no está yendo. Es una manera nueva de entender cómo puede ser la relación entre la ciudadanía y la política. Del mundo del software aprendí que hay que crecer de a poquito. Venía de otro donde se estudiaban las grandes teorías y a uno lo educaban para ser recontra estructurado y planificador.
¿Cómo caracterizarías a la generación actual de los 30?
Somos una generación bisagra. Tenemos una responsabilidad muy grande. Hablamos los dos idiomas: manejamos las nuevas tecnologías, pero no nacimos con Internet. Somos traductores entre los dos mundos; el de los más adultos y el de los más chicos. Y ese rol me encanta, poder generar espacios y redes. Las generaciones más jóvenes tienen un montón de conocimiento del cual nosotros carecemos y se relacionan de forma totalmente distinta. Aprendieron que pueden modificar su realidad y entienden que a veces ganan y a veces pierden, que pueden participar de un proceso con gente que nunca conocieron y probablemente no vayan a conocer, pero que es válido igual. Tenemos que prepararnos mucho para los niños que se vienen.
¿De qué forma?
Desde Democracia en Red estamos con un proyecto remando en dulce de leche para sacarlo adelante: “Aprender a programar. Programar para aprender”. La idea es enseñar a programar a chicos muy chicos de escuelas públicas. Vemos la programación no como una salida laboral, que para mí es una externalidad positiva, sino como manera de modificar la realidad. Ellos hoy están usando programas y eligiendo opciones que otros setean. Nos interesa que ellos mismos construyan esas herramientas y formas de ver su mundo. Que puedan ser ciudadanos diseñadores de su propia información y modificar la realidad, que no les venga dada. El ejemplo claro es elegir el género: sólo hay masculino y femenino. ¿Pero cuántas identidades hay? Muchísimas y hay un montón de gente que se está quedando afuera. No los dejan definirse y posicionarse frente al mundo. Además, queremos ver de trabajar en alfabetización de datos.
Muchos se piensan que al estar mediados por la tecnología, se la pasan sentados detrás de la compu. Pero insisten en que le ponen el cuerpo a todo lo que hacen.
Es súper intenso y uno le pone el cuerpo. El año pasado tuvimos una discusión muy fuerte si teníamos que hacer campaña, porque no nos sentíamos preparados. Lo hicimos, pero sin importar lo que sucediera. Fue totalmente desgastante e intensa. Si bien había participado en otras, llevar un estandarte propio es complicado. Lo que más aprendimos como equipo es que el proceso es interno: los cambios que queríamos generar, primero tenían que ser desde adentro. Hacemos mucho esfuerzo por chequearnos internamente y con otros. Y eso es aplicable para todas las edades y profesiones, porque es saludable. Somos 60 personas tomando decisiones estratégicas y juntándonos todos los viernes hace dos años. Tuvimos que aprender a debatir, cómo tomar decisiones colectivas, cómo ir a un espacio a hablar. Este aprendizaje no lo tuve en la carrera.
Son dos años y pasaron muchas cosas, pero están metidos en un mundo acelerado. ¿Es difícil pensar a largo plazo?
Totalmente. Nos repetimos todo el tiempo que esto es una maratón, no una carrera de velocidad. Vemos cosas que nos gustarían que cambien rápido, pero estamos tratando de modificar la cultura a largo plazo. Mientras las redes sociales te llevan a la inmediatez constante y el exitismo, estamos tratando de construir más a la antigua. Es paradójico. Tenemos más preguntas que respuestas, pero creemos que estas preguntas son las que nos debemos hacer: si la representación que tenemos es la correcta, si como sociedad somos capaces de cambiar.
¿Cómo definirías el término “política” para los más chicos?
Ha sido mala palabra, pero podés hacer de todo con la política. Es la herramienta transformadora de la realidad por excelencia, una forma de distribuir realmente el poder. Todos los proyectos son políticos. Lo que tenemos que hacer es mejorar el sistema, porque si el sistema político genera los incentivos erróneos, solamente aquellos que quieran retribuciones van a entrar. Necesitamos cambiar ese concepto y definir los mecanismos para que puedas participar de lo que te interese y de forma más directa y dinámica. Que la política sea parte de tu vida, que es algo totalmente diferente.
Dijiste que la idea de “joven” muchas veces te hace ruido. ¿Por qué?
Entiendo que haya que pensar maneras de involucrar a gente joven, pero la idea de categorizarlos como “joven solamente”, es meter a todos en la misma bolsa. Me parece que tienen que ser adultos. Hoy los alumnos probablemente sepan más que los maestros en muchas cosas. Tienen otro acceso a la información y a la crítica. Hay que repensar todo, incluso la manera de evaluarlos: se siguen evaluando conocimientos fácticos, que se pueden buscar en cualquier lado, y no formas de cambiar la realidad. Las nuevas tecnologías no son solamente para buscar cosas que nos interesen, sino para cambiar el contexto. Lo veo muy claro con la programación: uno aprende a leer como herramienta para aprender otras cosas. Cuando aprendés a leer, no te olvidás nunca más, no hay vuelta atrás. Y con la programación es lo mismo. Tenemos que ver la programación como una nueva alfabetización, y cruzar todas las disciplinas para generar otro tipo de inteligencia colectiva.