Orientación vocacional: una ayuda presente para elegir el futuro
Si hay algo que fue, es, o será difícil para toda persona es la elección de la carrera a estudiar. No se trata sólo de adquirir conocimientos, sino de ejercer una profesión, de optar por una forma de vida. Por ello, conversamos con la licenciada en Psicología Graciela Bonafina, directora de Elegir Orientación Vocacional, […]
Si hay algo que fue, es, o será difícil para toda persona es la elección de la carrera a estudiar. No se trata sólo de adquirir conocimientos, sino de ejercer una profesión, de optar por una forma de vida. Por ello, conversamos con la licenciada en Psicología Graciela Bonafina, directora de Elegir Orientación Vocacional, para que nos despeje algunas dudas sobre la importancia de esta metodología que busca marcar un camino lo más certero posible hacia lo que se convertirá en nuestra profesión.
En las escuelas se habla mucho del tema, pero a veces quizás no sabemos su verdadero significado, ¿qué es la orientación vocacional?
La orientación vocacional siempre se la consideró como encontrar aquello que lo va a apasionar o con lo cual se va a desarrollar mejor. Este es el concepto tradicional de orientación vocacional. ¿Cómo la entiendo yo? Como un espacio de conocimiento y reflexión para pensarse uno y decidir sobre su futuro. Acá lo importante es el orientar, es ofrecer el espacio para pensarse y elegir el camino que uno va a transitar en la vida.
¿Cuáles son los elementos que se tienen en cuenta en una orientación vocacional?
Cuando uno va a elegir lo que va a estudiar, en realidad lo que se pone en juego, sin darte cuenta, es toda tu historia personal. Porque la elección de una carrera no tiene que ver con algo que me apasiona. A veces lo que me apasiona no tiene que ver con lo que va a hacer mi trabajo posterior. Lo que me apasiona puede ser un hobby. La idea es que cuando va a elegir una carrera, se ponen en juego miedos, fantasías, prejuicios, áreas de conflicto que quizás determinan que no se consideren determinadas carreras. Entonces lo que hay que tener en cuenta es la propia historia, es mirarse más allá de los intereses y las aptitudes. Mirarse uno y, en ese mirarse más amplio y profundo, ver qué actividades y qué cosas enganchan mejor. Y en ese mirarse, despojarse o aliviar aquellos condicionamientos negativos que me pueden estar impidiendo elegir.
¿Por ejemplo?
Cómo les fue en el colegio. Para los jóvenes eso es casi determinante cuando, en realidad, en nuestro país tenemos la maravillosa ventaja de que te puede ir pésimo en el colegio, luego acceder a la mejor universidad y ser un brillante alumno universitario. Eso no ocurre en países de Europa o en Estados Unidos, donde el joven queda condicionado por su rendimiento académico. Acá no y es maravilloso. Pero igualmente hay una condición propia. Es un miedo casi natural y es algo en lo cual trabajamos mucho.
¿Qué otra cuestión puede condicionar la elección?
Otro prejuicio es el hecho de que la carrera a elegir te tiene que apasionar. A veces no te va a apasionar. Si vos incluso no tenés el perfil de ser un apasionado por las cosas, ello no va a cambiar por una carrera. A veces cuando se empieza, la mayoría de las materias no son inherentes al corazón de la carrera, esto también desanima a los jóvenes.
Analicemos dos situaciones a las que cualquier joven puede llegar al terminar el secundario. La primera sería que ya se encuentra seguro de lo que quiere estudiar. ¿Eso puede cambiar luego o, si uno está seguro, es un camino de ida?
Yo lo llamo elecciones predeterminadas, aquellas en las que el joven siente que son segurísimas. Siempre elegir genera una angustia porque al optar por una carrera, se están dejando de lado otras. Frente a la angustia, pareciera más fácil quedarse con lo que siempre se dijo. Eso después puede hacer crisis desde el primer año hasta el último de la carrera. Lo normal a los 16 o 18 años es estar confuso. Lo normal es no saber qué elegir. La orientación vocacional la recomiendo aún en los casos de jóvenes que estén seguros de su elección. ¿Por qué? Si esta decisión es verdaderamente consistente con su personalidad, la va a reafirmar con mucha más seguridad. Y si no lo es, la va a poder cambiar a tiempo.
Vayamos a la otra situación. El joven está terminando el secundario y no tiene ni idea de lo que va estudiar.
Eso es lo normal. Es una paradoja que el momento de mayor indecisión de la vida, que es la adolescencia, es el momento más crítico. Hay que pensar en una elección de base y luego ver las distintas especializaciones. Hoy los padres ya no intervienen tanto en la elección de las carreras de sus hijos, y eso es favorable. Hoy el propio joven se autocuestiona que quizás le gusta la misma profesión que desempeñan los padres. Hoy hay más oferta educativa, hay más opciones de carrera, pero el joven se siente más confundido todavía.
¿Cómo trabajan ustedes desde Elegir Orientación Vocacional para acompañar estas elecciones?
Lo importante es el diferencial que buscamos marcar. La metodología clásica de orientación vocacional implica que el joven va a un lugar, le toman tests y le devuelven un ranking de carreras según los resultados. Por eso el joven luego habla de “me dio” o “me salió” tal profesión. Nosotros, en cambio, trabajamos de forma personalizada con cada joven generando un espacio de conocimiento y reflexión. Trabajamos sobre dos pilares de conocimiento del joven: el conocimiento de su personalidad y el conocimiento de todas las carreras que tiene como opción de estudio. Al generar el espacio de conocimiento, logramos que cada joven elija su carrera de preferencia apoyado en esa base central que se desarrolló en la reflexión. Cuando cuenta con tres, cuatro o cinco opciones de carreras de estudios, lo enviamos a realizar entrevistas con profesionales de esas carreras para que pueda conocer lo que implica el trabajo y no quede todo en una fantasía. Una vez que se tiene elegida la carrera, trabajamos en la elección de la universidad. Hay algo que es clave al definir de qué vamos a trabajar: para elegir, hay que conocer.
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