Fundación Huésped desde adentro
Consciente de la importancia de informar, comunicar y generar conciencia, el equipo de la Fundación Huésped se dedica a la educación de la salud sexual desde 1989. Por ello, conversamos con Betiana Cáceres, coordinadora del Laboratorio de Innovación Digital de la organización. ¿Cómo definiría a la Fundación Huésped? Somos una organización no gubernamental con una […]
Consciente de la importancia de informar, comunicar y generar conciencia, el equipo de la Fundación Huésped se dedica a la educación de la salud sexual desde 1989. Por ello, conversamos con Betiana Cáceres, coordinadora del Laboratorio de Innovación Digital de la organización.
¿Cómo definiría a la Fundación Huésped?
Somos una organización no gubernamental con una larga trayectoria con el trabajo en VIH -(Virus de la Inmunodeficiencia Humana que ocasiona el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida o SIDA)-, ampliando nuestra mirada sobre salud sexual y reproductiva. Con reconocimiento nacional e internacional, buscamos dar respuesta a las distintas temáticas que trabajamos con una mirada amplia teniendo a las comunidades, el equipo biomédico, y las estrategias de comunicación.
¿Cuál es su principal objetivo?
Fundación Huésped nació en 1989 para dar respuesta a las cuestiones vinculadas al VIH. Pero, a lo largo del tiempo, fuimos trabajando sobre otras temáticas porque hablar y trabajar en VIH implicaba hablar y reflexionar sobre derechos reproductivos, inequidades de género, acceso a la salud pública, entre otros ejes. Desde 2014 profundizamos esta modificación en nuestra visión para explicitar que somos una organización trabajando en otras áreas.
¿Por qué es importante que los jóvenes se preocupen y ocupen de su salud?
Hoy en Argentina la edad de inicio sexual está alrededor de los 14 años. Para que las relaciones sean cuidadas y seguras, es importante que los chicos y las chicas vayan previamente reconociendo su propio cuerpo, que lo cuiden. Una persona que no conoce su cuerpo es muy difícil que pueda cuidarlo. Una persona que no se valora a sí misma, va a ser muy difícil que se cuide. Todo eso se vivencia desde la infancia. Si queremos reducir las infecciones de VIH, debemos trabajar en educación sexual, que es un derecho desde el nivel inicial.
¿Por ejemplo?
Una niña que va al jardín de infantes debe conocer las partes de su cuerpo. Debe saber que hay partes que nadie puede tocarlas, que son partes de su cuerpo a cuidar. Así es como se va construyendo una identidad y un conocimiento del propio cuerpo que permite luego evitar infecciones y garantiza relaciones placenteras.
¿Considera que les cuesta más a los adultos que a los jóvenes conversar sobre estos temas?
Hay que pensar que las generaciones que estamos llegando hoy a la adultez, heredamos las luchas feministas, los reconocimientos en la actividad sexual y llegamos con otro escenario y otra carga. Las generaciones anteriores se socializaron en contextos mucho más rígidos. Lo personal es político, tiene que ver con construcciones políticas y sociales.
¿Cómo se trabaja desde la fundación en la educación sobre salud sexual y reproductiva?
Realizamos la Encuesta de Educación Sexual Integral dirigida a docentes y enfocada en estudiantes. Junto con otras evaluaciones, encontramos que hubo algunos avances gracias a voluntades individuales: los docentes van ganando comodidad e importancia para poder tratar estos temas al interior de las aulas. Los obstáculos se presentan más cuando tienen que abordar una situación imprevista. Por ejemplo, hoy, ya es previsible que pueda haber alumnas adolescentes embarazadas considerando las cifras nacionales y los docentes están más preparados para actuar ante ello.
¿Qué consejo les daría a los jóvenes que nos están leyendo para que cuiden su salud?
Que tengan en cuenta que inquietudes sobre la sexualidad tenemos todos y que nada está mal en ello, excepto cuando se avasalla el cuerpo del otro. Donde haya algo que les preocupa o los haga sentir incómodos, las alertas aparecen y tienen que saber que hay servicios de salud que los pueden acompañar. No hay preguntas tontas o sentimientos inválidos.