Diego Golombek «Uno, sin saberlo, sabe cuál es su vocación»
En la charla de “Experiencia Provocación” este doctor en Biología contó anécdotas que sorprendieron e hicieron reír a los participantes. Posiblemente, muchos no sabían que uno de los científicos más reconocidos del país a sus 17 años no tenía ni idea qué iba a ser de su vida. Desde tocar en bandas de rock, hasta […]
En la charla de “Experiencia Provocación” este doctor en Biología contó anécdotas que sorprendieron e hicieron reír a los participantes. Posiblemente, muchos no sabían que uno de los científicos más reconocidos del país a sus 17 años no tenía ni idea qué iba a ser de su vida. Desde tocar en bandas de rock, hasta pensar que su camino era la literatura y el arte, Diego encontró un tema que aglutinó todos sus intereses: el cerebro. Después de terminada su charla, nos juntamos con él detrás del escenario para recopilar más consejos copados.
por Antonella Orlando
¿Qué significaba la vocación cuando eras más chico y qué representa ahora?
La vocación cuando era más chico era una absoluta incertidumbre. Notaba en mis compañeros una certeza hacia ciertas áreas del conocimiento que yo claramente no tenía. Pero uno siente en algún momento la obligación de decir: “A mí me gusta esto, me quiero dedicar a esto”. Y realmente nunca sabés cuándo va a llegar ese momento, puede ser en cualquier etapa de tu vida. La vocación es dejar que los múltiples reinos que te habitan caigan en su lugar. Uno, sin saberlo, sabe, y si deja fluir todas esas cosas que lo despiertan y lo apasionan, llega finalmente a lo que es su vocación.
¿Qué cosas todavía no podés explicar y te gustaría explorar?
Por suerte hay muchas más preguntas que respuestas en la ciencia. La zanahoria queda un poquito más lejos y nos da ganas de seguir persiguiéndola. Dentro de eso hay muchísimas preguntas que tienen que ver con cómo somos, por qué hacemos lo que hacemos, por qué nos despertamos cuando nos despertamos, por qué tomamos decisiones y nos convencemos que son racionales cuando no lo son, por qué ciertas cuestiones tienen que ver con la percepción de la belleza o qué es exactamente la percepción, qué hay en la cabeza de alguien cuando ve un color rojo. Son preguntas enormes y fascinantes, y como mucho podemos apuntar a agregarle un ladrillito más al edificio de la respuesta. La respuesta siempre queda más lejos.
Hace un rato, contabas que lo hermoso de ser científico es trabajar con lo inesperado y que los chicos tienen que saber que hay trabajo si quieren ser científicos. ¿En qué aspectos se tendrían que avanzar para romper el mito que gira en torno a lo que es “hacer ciencia” o “ser un científico” y que cada vez sean más los que se animen?
En principio, necesitamos tener mucha más comunicación pública de lo que es la ciencia y lograr que los chicos entiendan de verdad lo que es hacer ciencia, no solamente a partir de lo que ven en la tele o en los libros de texto. Estaría buenísimo que los científicos puedan ir a las escuelas para compartir lo que hacen y que a su vez los estudiantes puedan ir a los lugares donde se hace ciencia para ver de qué se trata. Deberían tener información mucho más certera sobre cómo es el campo laboral. No la tienen y los estudiantes siguen abocándose a carreras tradicionales, que tal vez no sea lo que realmente les interese… o sí. Los chicos están convencidos que ser científico equivale a tener una salida laboral difícil y realmente no es así. Me parece que la educación en ciencias es fundamental y en la escuela no la estamos haciendo bien. En la universidad sí, pero tenemos que apuntalar a los primeros años, para que aquellos chicos que terminan el secundario y que están interesados en la ciencia puedan elegir a conciencia y con gusto. Creo que estamos enseñando hechos de la ciencia, pero no a pensar científicamente. Ese es un de los pasos. Y el otro, tiene que ver con la necesidad que contaba antes: desacralizar al científico que parece estar ahí arriba en un pedestal y en un umbral. Y no lo está, los chicos tienen que entender eso. Sí, tiene un conocimiento sobre una parte de la realidad, una parte de la naturaleza, pero eso no lo convierte en superior ni mucho menos. Y ese es el científico que deben conocer los chicos; el científico que se mata laburando en el laboratorio y que después te lo podés encontrar en el boliche o jugando al tenis.
Muchos chicos se enfrentan a “Hoy tenés que decidir esa carrera que va a ser para toda la vida”. ¿Qué consejos le darías a alguien que se siente presionado por esto?
Nuestro sistema universitario efectivamente te coloca en esa situación muy particular de tener que elegir y si te va mal sos un fracaso, o si decidiste cambiar de carrera tres veces también. Otros sistemas educativos son muy diferentes, son más universalistas, tratan de dar un panorama general del conocimiento y después que vayas enfocándote en algo. Incluso, podés empezar por algo y terminar haciendo otra cosa. Nuestro sistema no es así y hay que bancárselo. Ojalá que pueda cambiar en el futuro. Pero hay que tener siempre presente que nadie ni nada te obliga a terminar el secundario, meterte de inmediato en una carrera universitaria, recibirte, hacer un posgrado, casarte, tener dos hijos y se acabó. ¿Por qué? Eso es canónico y me parece que los jóvenes de ahora están abriendo los ojos y aprendiendo muy fuertemente a romper con eso. Había reglas del mundo que parecían escritas en letras de oro y ahora no valen más como reglas. Por supuesto que es un lujo el tiempo y eso hay que tenerlo presente. Entonces, para poder tomarse ese tiempo de reflexión uno tiene que tener el privilegio de poder hacerlo… que puedas efectivamente estar un tiempo sin trabajar, o te puedas dedicar a viajar, o probar distintas puertas. En el caso que tengas ese lujo no lo dudes, porque no hay nada que te obligue. Hasta el hecho de decir “carreras universitarias” ya es un problema. ¿Carrera contra quién y qué? ¿Contra vos, contra otros, contra el tiempo? De ninguna manera. Lo que hay que hacer es ir tratando de conocer el mundo, que para eso estamos. Hay algo inherente en los humanos que es la angustia por lo desconocido. Entonces, inventamos el conocimiento y a todas las ciencias para tratar de entender de qué se trata. Eso lleva su tiempo y no es algo inmediato. No existe la inspiración ni la iluminación repentina. Y si lleva su tiempo en la vida de los científicos, ¿por qué no va a llevar su tiempo tomar decisiones en el caso de un chico de 17 años? En la adolescencia es muy normal que tengas dudas. Verdaderamente pienso que en esa etapa las tenés que tener, porque plantearse preguntas es el camino que hay que seguir. No creo cuando alguien está demasiado seguro sobre lo que va a hacer.