ARTE CON DESECHOS PARA CONCIENTIZAR
¿Es posible hacer una bella obra de arte? ¡Claro! ¿Pero qué ocurre cuando está hecho con residuos? ¿Qué sucede cuando el mensaje trasciende la propia estética? El trabajo de Chris Jordan nos invita a repensar el rol que el arte puede tener para cambiar el mundo. por Tais Gadea Lara – Fotos: Chris Jordan Imaginen […]

¿Es posible hacer una bella obra de arte? ¡Claro! ¿Pero qué ocurre cuando está hecho con residuos? ¿Qué sucede cuando el mensaje trasciende la propia estética? El trabajo de Chris Jordan nos invita a repensar el rol que el arte puede tener para cambiar el mundo.
por Tais Gadea Lara – Fotos: Chris Jordan
Imaginen que ingresan a una exposición artística. Allí se encuentran con un inmenso trabajo. Una fotografía que parece casi pintada a mano, donde cada pixel es un perfecto elemento que, en conjunto, parece esbozar una pincelada. En esa fotografía una ballena parece nadar por las paredes de la exposición. Desde lejos, la obra es bella, majestuosa, armónica. Imaginen que ahora alguien les pide que se acerquen, que vean más de cerca ese trabajo, que empiecen a develar el secreto detrás de esa obra de arte. Ahora se encuentran con que la ballena es en verdad un cúmulo de residuos. Y sigue siendo bello, majestuoso y armónico, pero ahora también se volvió preocupante, reflexivo, concientizador.
La obra frente a la cual se encontrarían (y que ilustra las páginas de esta nota) se llama “Ballena”, es parte de la muestra “Running the Numbers II: Portraits of global mass culture” (“Contando los Números: Retratos de una cultura de masas”). El resultado final esboza un mensaje claro y contundente: la forma y fondo de la ballena fue realizada con 500.000 bolsas plásticas, cifra equivalente al número de plástico flotando en cada kilómetro cuadrado de los océanos del mundo.
Toda esta puesta en escena imaginaria es lo que verdaderamente le ocurre a las personas que visitan las exposiciones del fotógrafo norteamericano Chris Jordan. Su objetivo es uno: tomar conciencia sobre el impacto del consumo humano sobre el planeta Tierra, en especial, las especies animales.
El origen de su trabajo se remonta a una expedición científica en la que Jordan fue a fotografiar la denominada “Isla de plástico” del Pacífico. ¿De qué se trata? No es una isla con superficie terrestre. ¡Claro que no! En verdad, los movimientos de las corrientes marinas de uno y otro lado del mundo tienen una confluencia en esa zona, arrastrando con ellas todo el plástico que el ser humano arroja al mar. Así todas y cada una de las tapitas, las botellas, los envases, las bolsas, flotan juntas en el Océano Pacífico casi como si fueran una isla (de allí su nombre).
Mientras Jordan fotografiaba ese extraño fenómeno, un científico le dijo: “Si quieres mostrar el impacto que el consumo humano tiene sobre la Tierra, ve a conocer Midway”. Intrigado, Jordan siguió las palabras del científico y lo que se encontró en la isla despertó su asombro: albatros con plástico en su interior, tan intacto como cuando nosotros lo compramos en un kiosco, un mercado o un super.
Grabó un documental sobre lo que ocurre en Midway y decidió hacer uso del arte para seguir generando conciencia. Así fue cómo pensó en realizar formas artísticas que se muestren bellas, pero que tengan como materia prima una cantidad determinada de un impacto de consumo humano. De cerca serían residuos, de cerca representarían la más cruda realidad de nuestra cotidianeidad; de lejos sería una obra de arte, el más tierno y estético mensaje de que aún podemos cuidar el planeta en el que vivimos.
La obra final es el resultado de un intenso trabajo y dedicación: investiga sobre la problemática sobre la cual desea informar, busca cifras que sean representativas, elige la materia prima a usar y la fotografía en diferentes configuraciones, luego recrea digitalmente la imagen con cientos de fotos para que alcance la cifra inicial.
El uso del arte como medio de expresión y concientización no es único de Jordan. Supo encontrar otras manifestaciones similares por parte de otros artistas alrededor del mundo. Un ejemplo popular es el del artista brasileño Vik Muñiz y sus bellas e impactantes imágenes elaboradas en los mismos basurales de Río de Janeiro, Brasil, que ilustran la vida cotidiana de los cartoneros (allí llamados “catadores”) para darle voz a los que no la tienen, para mostrarle al mundo la importancia del rol de esas personas.
Oriundo de Uruguay, pero criado en Argentina, Rubén Santurian es un ferviente crítico del sistema del hiperconsumo. Ante ello, presentó la muestra “Trashformers”. Consiste en piezas que, simulando los robots de la película de la cual proviene su nombre, buscan generar conciencia sobre la cultura del descarte a través de cada una de sus piezas: residuos o, como él prefiere considerarlos, recursos. Materiales que, de otra forma, terminarían en un tacho de basura, y hoy forman parte de una obra artística.
Inspiráte con las obras de estos artistas en:
www.vikmuniz.net